Abstract
Esta serie propone una contrahistoria del fascismo desde una perspectiva marxista. El primer artículo, “Fascismo: ahora lo ves, ahora no”, examina la ideología del excepcionalismo fascista, que intenta reducir el fascismo a un único lugar y tiempo -Italia y Alemania a principios y mediados del siglo XX- para disimular su amplio y profundo papel histórico, a veces bajo diferentes nombres, en la imposición y el mantenimiento de las relaciones socioeconómicas capitalistas (como han argumentado George Jackson, Domenico Losurdo, Aimé Césaire y otros). Tras dilucidar y desmontar críticamente la gestión de la percepción inherente a esta lógica del excepcionalismo fascista, el segundo artículo “Liberalismo y fascismo: socios en el crimen”, aborda la lógica de los falsos antagonismos inherentes a la supuesta oposición entre liberalismo y fascismo. Demuestra cómo los ejemplos clásicos de fascismo en Europa surgieron dentro del marco institucional de la democracia burguesa y que, por tanto, el liberalismo no supuso ningún baluarte contra la toma del poder estatal por parte de los fascistas (au contraire). El siguiente artículo examina críticamente uno de los mitos más recalcitrantes del orden mundial contemporáneo, a saber, que Estados Unidos, una democracia liberal autodeclarada, derrotó al fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Basándose en la bien documentada historia del Estado de Seguridad Nacional de Estados Unidos, demuestra que la nueva potencia hegemónica a nivel global, en realidad, internacionalizó el fascismo a través de la construcción semiclandestina de una red global de militantes y líderes fascistas anticomunistas (desde los ejércitos de retaguardia en Europa y la Operación Paperclip en Estados Unidos hasta las líneas de contacto nazis con América Latina y el régimen de Kishi en Japón). El artículo final pone de relieve estas tres puntos al rechazar el paradigma de un Estado = un gobierno y al proponer un marco teórico en el que el liberalismo y el fascismo se entienden como modos de gobierno que a menudo operan simultáneamente dentro del mismo Estado, pero que se dirigen a poblaciones diferentes y están distribuidos de forma desigual en el espacio y el tiempo. En este sentido, cierro con la proposición de una analogía con la táctica de interrogatorio del policía bueno y el policía malo: allí donde el policía bueno y liberal es incapaz de engatusar a la población para que acepte las relaciones socioeconómicas capitalistas, el policía malo siempre está de guardia para imponerlas por la fuerza en de que se necesario. Esto significa, en última instancia, que el fascismo no debe entenderse simplemente como una amenaza externa o futura para las democracias liberales, según la lógica excepcionalista, sino más bien como un modo de gobierno que forma parte del dominio capitalista. Es, en definitiva, una realidad, no una amenaza, pero una realidad que puede perpetuarse y expandirse más fácilmente si permanecemos ciegos a su funcionamiento y a la mejor manera de organizarnos contra él.