Este número de Ciudadanías comenzó a pensarse en abril de 2019. En el momento en que se escribe este editorial el mundo enfrenta una pandemia cuyos efectos son devastadores. Desde hace casi cinco meses los líderes políticos de todas las naciones deliberan sobre cuáles son las formas para enfrentar el virus del Covid 19 y ensayan, con mayor o menor eficacia, medidas para proteger a sus poblaciones. El virus llegó a los países de América Latina un poco más tarde que en los países de mayor renta y nos enfrentó con el peor espejo: nuestras sociedades profundamente desiguales y nuestros sistemas de protección insuficientes y hasta precarios. No sólo nos preocupan los efectos sobre la salud sino cómo vamos a hacer frente a la necesidad de recursos que siempre son escasos y cuya matriz de redistribución se presenta históricamente regresiva. ¿Cómo imaginar la mejor forma de atender la situación actual frente a la pandemia y, más aún, cómo pensar el día después en nuestras sociedades con tasas de pobreza de 30% y de pobreza extrema de 11% de la población? Por si los porcentajes no son elocuentes, pensemos que se trata de 185 millones de personas en el primer caso y de cerca de 70 millones en el segundo (CEPAL, Panorama Social 2019:97).
En abril de 2019 dedicar un número de Ciudadanías a la vinculación entre el mundo del trabajo y las políticas sociales era fundamental y esperado. Ese vínculo constituye uno de los pilares del campo de estudio y de intervención, tanto en términos teóricos como en términos fácticos, cuando analizamos las estructuras de protección realmente existentes de nuestros países. En aquel momento no podíamos dejar de reconocer las fracturas que presentaba el mundo del trabajo para interrogarnos sobre los desafíos que esas condiciones planteaban a los sistemas de protección y sobre sus efectos en las condiciones de vida de las personas. Cabía también potenciar la imaginación para generar intervenciones que respondieran a esos desafíos. Un año después la pandemia provocada por el Covid 19 y las medidas que día a día se van tomando para hacerle frente nos exponen con crudeza esas fracturas y la precariedad de nuestros esquemas de protección que, ya lo sabíamos, no alcanzaban a todas las personas. Aquella preocupación analítica de un año antes cobra hoy la actualidad de la emergencia. Algunos datos ilustran aquel escenario pre pandemia: una tasa de informalidad de 53% en la región -cerca de 140 millones de trabajadores y trabajadoras- daba cuenta de condiciones de trabajo inseguras, oportunidades de formación casi inexistentes, ingresos irregulares y más bajos y de jornadas laborales más extensas (OIT, 2018). En 2017, tomando el conjunto de los países de América Latina, sólo el 24%de las personas económicamente activas de estratos bajos eran afiliadas o contribuyentes a algún sistema de pensiones, valor que alcanzaba al 55% en los estratos medios y al 76% entre personas económicamente activas de estratos de ingreso alto (Cepal, 2019: 78). No sólo la protección no alcanzaba a todas las personas que participaban del mercado laboral sino que, en esas condiciones, la única garantía era que frente a los riesgos del retiro, la enfermedad o la desocupación, se reproducirían o se ampliarían las desigualdades de la vida activa.
Los artículos que se publican en el dosier Fracturas en el mercado de trabajo y políticas sociales. Los alcances y los límites de la protección interrogados nos invitan a revisar esos reconocimientos. Con la colaboración de Diego Masello, coordinador general del CIEA-UNTREF y especialista en la dinámica del mercado de trabajo en la Argentina, recibimos cinco estudios que, elaborados desde la situación argentina, proponen claves para entender y herramientas para discutir los desafíos de las estructuras de protección social apoyadas en la centralidad dada al trabajo y al empleo como vías de acceso.
En primer lugar, Ana Logiudice nos invita a analizar las tensiones y articulaciones entre los programas asistenciales de empleo y las políticas de transferencias monetarias condicionadas en la Argentina durante la última década (2009-2019). Luego, a partir del estudio de las tendencias en el sistema de seguridad social, María Ignacia Costa y Alejandra Beccaria dan cuenta de los límites de la lógica contributiva en el sistema de protección social de la Argentina. El tercer artículo, de María Victoria Deux Marzi y Florencia Pisaroni, sigue revisando los límites y los alcances de la seguridad social, esta vez interrogando en torno a la construcción de nuevos entramados de protecciones para la Economía Popular y Solidaria. Rebeca Cena y Andreina Colombo indagan sobre las percepciones en torno a los trabajos de mujeres cuentapropistas de la ciudad de Rafaela (Santa Fe) en el siglo XXI. Y Silvana Melisa Herranz nos presenta las condiciones paradojales de “inclusión por medio del trabajo” en el proceso de salida de la cárcel y los hospitales psiquiátricos, dos dispositivos de encierro.
Por fuera del dosier pero aún inscripto en la vinculación entre trabajo-políticas sociales y protección, en su artículo de la sección de Avances María Madoery comparte reflexiones analiticas en torno al sujeto, la organización y el uso del espacio público en las ferias populares de Rosario.
Finalmente, en la sección de Artículos libres Miguel Adolfo Ortiz Brizuela analiza los procesos de pauperización actual de los barrios tradicionales de la ciudad de San Luis Potosí, México, reconociendo cambios territoriales y una desigualdad persistente. Si bien no sigue el interrogante del dosier, el texto deja abierta una línea de trabajo desde la cual deberán revisarse también los efectos de la pandemia. En nuestras ciudades latinoamericanas, la precarización laboral y la desprotección de los sistemas de políticas sociales adquieren dimensiones y características particulares, agravadas, en los barrios populares, en aquellos que han nacido como enclaves de pobreza así como en los otros que han conocido procesos de pauperización.
Si lo que presentan los trabajos publicados en Ciudadanías 6 da cuenta de la vinculación trabajo/políticas sociales y protección antes del Covid, con pesar podemos afirmar que en el escenario futuro estos problemas serán más graves. De todos modos, las lecturas que proponemos mostrarán una diversidad de dimensiones y situaciones desde las cuales se pueden reconocer las fracturas del mundo del trabajo y los límites de las políticas sociales y de los esquemas de protección pero también sus recorridos y sus promesas y ojalá, esperamos, nos permitan pensar algunas claves de solución o, al menos, de mejoras.
En fin, agradecemos al profesor Diego Masello por su colaboración en el armado de este número. Hoy, a un año de su definición, autores/as, lectores/as y equipo editorial, sabemos que algunas preguntas y muchas herramientas de intervención social nos quedaron viejas. Las condiciones de vida actuales y la incertidumbre del futuro inmediato y de la “nueva normalidad” post pandemia cuando eso sea posible nos urgen a discutir paradigmas, a inventar nuevas herramientas y a fortalecer las convicciones.
Equipo editorial