Resumen
Este artículo propone una crítica a ciertas tendencias dentro de los estudios sobre genocidio, entre las que aparecen el abuso del prestigio y de la obra de Lemkin, el alejamiento frente a las posturas del activismo académico contra el genocidio, el tono displicente con el que se aborda la agencia política de los grupos de víctimas, las tendencias relativistas del concepto de “políticas de la memoria” y su implementación, la creciente institucionalización del campo, el concepto de “generocidio” y la imagen opaca que supone la violencia genocida dirigida contra mujeres y niñas, el foco en la deshumanización como condición para el genocidio y el énfasis en las advertencias tempranas.
El artículo también discute una nueva estrategia negacionista del genocidio. A la luz de ello, las advertencias tempranas sobre el genocidio son, en gran medida, inoperantes. Más allá de la indiferencia política que explica la existencia de genocidios perpetrados incluso en la actualidad, la preeminencia de este delito se debe al hecho de que el orden mundial del presente y muchas sociedades específicas fueron moldeados por el genocidio y la violación en masa y la opresión vinculadas con ese primer crimen. El artículo sostiene que un proceso global de reparación podría ayudar a encauzar el mundo y alejarlo de los fundamentos y tendencias genocidas.
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